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El Mar de Campos, en Palencia, ha sido uno de los humedales más valiosos y más perseguidos para ser desecado. Esta historia encierra una batalla de siglos de los habitantes de las Cinco Villas por evitar que la desecación acabase con el pasto de su ganado, que pareció completamente perdida cuando las normas de saneamiento y colonización de la dictadura se unieron al desarrollo tecnológico. La Laguna de la Nava se logró desecar pero ha vuelto a cobrar vida gracias a un proyecto de restauración que demostró que, si se pone agua, las aves vuelven.

MAR DE CAMPOS

Donde pongo el agua, pongo el ave

Recuperar, aunque sea una parte, del que fue el inmenso humedal de Mar de Campos, la antigua Laguna de la Nava en Palencia, es echarle un pulso a una historia larga de reyes, emprendedores, gobiernos democráticos y dictadores que se empeñaron en borrar de las tierras castellanas una de las joyas ecosistémicas de este país. También es ponerse en el bando de aquellas gentes de las Cinco Villas (Grijota, Villaumbrales, Becerril de Campos, Mazariegos y Villamartín), en cuyo territorio se extendía el humedal, que trataron de defenderse durante siglos, una y otra vez, del impulso desecador que amenazaba el pasto de su ganado.

Incluso en los meses más secos de la época estival, la desaparición paulatina del agua iba dejando “encharcamientos discontinuos y finalmente una gran superficie de productivos pastos que, al estar frescos durante la época de agostada, favorecían el mantenimiento de una importante ganadería en los pueblos circundantes”, escriben Casado y Montes en su Guía de los Lagos y Humedales de España.

La laguna de la Nava, a vista de dron | DATADISTA

Mucho tiempo antes, en 1852, en su Diccionario Histórico-Estadístico-Geográfico de España y sus posesiones de Ultramar, Pascual Madoz había escrito sobre la Laguna de la Nava: "Produce ricos y abundantes pastos donde se mantienen todos los años más de 20.000 cabezas de ganado lanar, vacuno, mular y caballar: siendo fama en el país que en tiempo de los condes de Castilla se criaban en ella hermosos y valientes potros, con que aquellos remontaban la caballería de su ejército. Sirve también de asilo, y particularmente en invierno, a infinidad de especies de aves acuáticas y de formas variadas, entre las que se ven gansos de tres clases, patos de otras tantas, zarcetas, búhos cuyo graznido se parece al mugido de los toros, vencejos de agua, zarapicos y otras aves sumamente vistosas y desconocidas en los demás del país”.

Los estudios históricos sobre la desecación de la Laguna de la Nava, un ejemplo de endorreísmo que llegó a ocupar algunos años más de 5.000 hectáreas aunque la superficie en el momento de su desecación estaba en torno a las 2.200 hectáreas, llegan a remontarse hasta los Reyes Católicos. Así de lejano es el pasado del empeño en quitarle el agua al humedal. Lo reintenta Felipe II, “que incorpora la laguna a su reino y cede su dominio a las cinco villas lindantes, con la condición de su saneamiento”. Como no se hace “trabajo alguno”, la laguna “revierte a la propiedad del Estado en 1800”, recuerdan los documentos del Instituto franquista de Colonización referidos a la Finca Laguna de la Nava.

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De izquierda a derecha: garceta común, lavandera boyera y gorrión común | DATADISTA

Hubo otras iniciativas para lograr fondos y desecar el Mar de Campos a principios del XIX que vieron su intención retrasada primero por los lugareños y desbaratada por completo por La Guerra de la Independencia; de la empresa Canal de Castilla en 1931, a la que se le entrega la laguna por Real Cédula de nuevo con el compromiso de sanearla y no solo se encontró con algunas de sus infraestructuras echadas abajo tras construirlas sino con la imposibilidad de acometer la tarea; o diversos concesionarios que pidieron licencia para efectuar la desecación a finales del XIX y la vieron caducar cuando se estrenaba el XX.

DESECACIÓN PÚBLICA

Como lo privado no lograba los fines buscados, en 1926, con la Ley Cambó en vigor, se autoriza al Ministerio de Fomento a realizar directamente “por cuenta del Estado los trabajos de desecación y saneamiento de la laguna, previo deslinde de los terrenos correspondientes a la misma”, es decir, expropiándoselos a los propietarios. En 1934, se autorizaron los trabajos de desecación y saneamiento “y la incoación del expediente de subasta de las obras comprendidas en el proyecto de emisarios y desagües”. En este caso fue la Guerra Civil la que vino a detener la obra.

Laguna de la Nava en 1918
Superficie de la antigua laguna de la Nava, según la minuta del Mapa Topográfico Nacional realizado en 1918 y superficie actual de la nueva laguna de la Nava. | IGN, Junta de Castilla y León y elaboración propia.

Ya en dictadura, el proyecto definitivo se le adjudica al ingeniero Luis Díaz Caneja, que prevé la construcción de “un emisario que partiera del Tapadero y con una longitud de seis kilómetros, desembocara en el Carrión conduciendo todos los aportes de la Nava correspondientes a las cuencas del Valdejinate y el Retortillo”. Como complemento “se planificó la prolongación del emisario a lo largo de la laguna para recoger las aguas vertidas en ella”, red que “se completó con una red de acequias o cauces primarios con capacidad suficiente para llevar al Emisario los aportes de los arroyos que aportan lateralmente a la laguna, y unos cauces secundarios o drenes para el completo saneamiento de los terrenos comprendidos entre los cauces primarios”, describió Milagros Alario Trigueros, profesora de Geografía Regional en la Universidad de Valladolid, en su trabajo La desecación de la laguna de la Nava: historia de una ambición.

Los documentos del Instituto de Colonización recogen que fue “en 1949 cuando la Confederación Hidrográfica del Duero” decide “la construcción de un desagüe central de 8.228 metros con capacidad para 102,7 m3/segundo y 15 desagües secundarios, con una separación de 1.200 metros y longitud total de 19.950 metros”. Obras que se completarían con “el encauzamiento de parte de los arroyos de Valdejinate y Retortillo y la canalización del emisario hasta su unión con el río Carrión”.

Decreto del 3 de junio de 1955 por el que se declara de interés nacional la colonización de la laguna La Nava de Campos.

El 19 de junio de 1955, el BOE (antigua Gaceta de Madrid) sentenció la Laguna de la Nava, el inmenso Mar de Campos, uno de los mayores humedales interiores de España, al declarar de alto interés nacional su colonización. Entre modificaciones, revisión de la adjudicación y cambios en los presupuestos, la obra se acomete en buena medida en los sesenta y se termina en 1968.

En España se ha destinado mucha materia y material gris a desviar de su camino ingentes cantidades de agua. Drenajes, canalizaciones, trasvases, pozos, represas. El avance de la tecnología ha sido el peor aliado de las masas de agua en su estado natural y muchas veces en su conservación y la de los ecosistemas a ellas asociados y no es casualidad que ejemplos como La Nava, Antela o La Janda sucumbieran al fin a la desecación con el desarrollo tecnológico a mediados del XX.

En parte del territorio del que se estaba eliminando el agua se crea un pueblo de colonización, el Pueblo Nuevo, después llamado Cascón de la Nava. Sus habitantes llegaban a las casas blancas recién levantadas donde antes había agua procedentes de municipios históricos cuyas casas habían sido precisamente tapadas por el agua por los planes del mismo Gobierno que secó La Nava. Venían de Santa María de Poyos, en Guadalajara, desaparecido bajo las aguas del embalse de Buendía, creado para alimentar el trasvase Tajo-Segura; de Utrero, en León, sobre el que se había creado el pantano del Porma; o de Riaño (Zamora), entre otros.

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De izquierda a derecha: cernícalo vulgar y milano negro | DATADISTA

RECUPERAR LA LAGUNA DE LA NAVA

Faltaban más de dos décadas para que una Administración tomase la decisión de invertir de nuevo en canales, desagües y compuertas para llevar el agua en sentido contrario y revertir, solo parcialmente, la desecación recuperando con agua llegada de forma artificial una parte de lo que había sido el Mar de Campos, alrededor de 450 hectáreas.

Objetivo: la zona de la laguna de Cabritones, que antes de la desecación era en realidad un espacio que se encharcaba pero que solo se unía a la gran laguna de la Nava en los años más lluviosos. Hoy aquella laguna de Cabritones recibe el nombre de Laguna de la Nava.

No fue la Administración la que puso por sí sola los ojos en tierras del antiguo Mar de Campos. El proyecto lo inicia entre otros el naturalista Fernando Jubete que, junto a un grupo de personas entre las que se incluyeron “José Luis González, Juan Carlos del Olmo, Magdalena Bernues, José Jiménez, Luis Mariano González, Bárbara Sotolargo, Antonio Troya y Cosme Morillo, consiguieron allegar los fondos necesarios para que el 15 de marzo de 1990 las aguas del río Retortillo volviesen de nuevo a inundar 60 ha de La Nava”, escribió el propio Jubete en un artículo en la Revista Ecosistemas en 2004.

Garza imperial en la laguna de la Nava | DATADISTA

“Las obras realizadas en esta primera intervención fueron bastante sencillas, y básicamente trataron de anular los desagües de la red de canales y acequias existentes, precisamente con el fin contrario de evacuar el agua e impedir la excesiva inundación de los pastos. A los pocos días de contar con agua, La Nava se llenó de aves. Grupos de ánsares procedentes de Doñana volvieron a recalar aquí en su migración prenupcial, junto a otras especies viajeras como agujas, archibebes, correlimos y fumareles, entre otras. Para celebrar este evento una pareja de agujas colinegras (Limosa limosa) decidió sacar adelante su pollada, siendo esta la tercera cita conocida para la Península Ibérica”, añade el artículo.

Con esa pequeña extensión en relación a lo que había sido el enorme Mar de Campos demostraron que, cuando se pone una lámina de agua, allí acuden las aves a repostar en su camino a otras temperaturas, a reproducirse o a pasar la invernada. Nacía con ello la iniciativa Hábitat, germen de la actual Fundación Global Nature.

En vista del éxito logrado con la primera actuación en 1990, en diciembre de ese mismo año presentan, ante la recién creada Consejería de Medio Ambiente de la Junta de Castilla y León, el proyecto Restauración del humedal de la laguna de la Nava (Mar de Campos). Al año siguiente es aprobado por la Unión Europea, que financia el 50% de lo presupuestado.

Desde entonces es la Junta de Castilla y León quien asume los trabajos hidráulicos y de mantenimiento de la laguna.

Imagen detalle del humedal de la laguna de la Nava | DATADISTA

Desde el 24 de octubre de 2002, el humedal está incluido en la lista Ramsar, que dice del mismo que “constituye uno de los mejores ejemplos de restauración de antiguos humedales en España” y que “acoge importantísimos contingentes de aves acuáticas, especialmente anátidas y limícolos, (máximos de 20.000 aves), sobre todo en la invernada y los pasos migratorios de primavera y otoño. También es necesario resaltar su relevancia durante el verano, época más desfavorable para las acuáticas. En esta época del año, la Nava es uno de los pocos lugares donde encuentran hábitat y condiciones favorables en el ámbito nacional”.

El efecto de la aceleración del cambio climático ha provocado que los entre 20.000 y 30.000 ánsares comunes que se contaban en la Nava anualmente desde su recuperación se hayan ido reduciendo fuertemente desde 2010 hasta quedar en los últimos años en 1.500 a 2.000. Por el contrario, otras especies como la grulla encuentran ahora mejores condiciones para permanecer en la laguna.

Por otro lado, pocos años después de la restauración, llamó la atención de los científicos la desaparición repentina de buena parte de los gansos, que fueron localizados no muy lejos de allí en lo que se pensaba que era campiña, no un humedal. Se trataba sin embargo de la antigua laguna de Boada, que figura ya desecada en el catálogo de Luis Pardo, y que se ha convertido en un segundo proyecto de restauración en la zona de la Fundación Global Nature aunque de menor dimensión.